"El Diccionario María Moliner recoge la expresión "ropa tendida" y la define como "frase empleada para recomendar cautela en lo que se dice por la presencia de ciertas personas". Eva Puyó nos advierte de esta manera de que estamos siendo testigos circunstanciales no del todo deseados de situaciones íntimas, que no llegan a la categoría de inconfesables, pero sí vergonzantes o, mejor aún, incómodas.
Por otra parte, la ropa tendida en un inmueble es la prueba definitiva de que está habitado. Y habitados, llenos de vida, están los episodios hilados (no necesariamente conectados) con los que Eva Puyó nos acerca, gracias a pinceladas entre sutiles y descarnadas, a la vida de una mujer joven, de clase media - baja, universitaria y trabajadora, con una relación difícil y cercana con una familia pintoresca, ordinaria, corriente, inusual.
En ocasiones, la autora utiliza la primera persona para describirnos esos retazos de vida a partir de los cuales nos es dado reconstruir no sólo una biografía, sino también el retrato de una capa social, la de la clase media - baja, que sobrevive gracias a trabajo y esfuerzo, sin desdeñar el chanchullo o el trapicheo (en este contexto sorprende la afición del padre a "jugar" en Bolsa, entendida esta como un juego de azar). Otras veces la autora ensaya un juego de alejamiento y se desdobla apareciendo como narradora a sí misma, y utiliza para ello la segunda persona.
Describe la narradora su vida, su novelada vida, con cierta distancia, centrándose en los hechos y sin recurrir a discursos o a explicaciones sentimentales. Son hechos descarnados, que no precisan justificaciones rebuscadas ni se prestan a excesivas interpretaciones. Hechos anodinos, poco novelescos, pues no es esta una historia de héroes o heroínas, de situaciones comprometidas o peripecias disparatadas. Es la vida misma, con su encanto y sordidez: la compra de baldas para una estantería, una operación de varices, la cola para solicitar una vivienda de protección oficial, los trabajillos precarios para sacar un dinero extra, las clases del carnet de conducir,.... Algunos de estos episodios me hacen sonreir en cuanto que son cercanos a situaciones vividas y familiares. A mí me despierta ternura el de los padres yendo a recoger fruta de árboles abandonados o a ramonear huertos ajenos (esa llamada de la tierra, esa herencia de homo recolector). Otros nos recuerdan que entre el blanco y negro hay una infinita gama de grises: incluso un padre, figura de respeto y de cobijo, puede ser un maltratador y una canalla capaz de gastar los ahorros de los hijos pequeños, y aún así....
No hay que confundir este libro con un relato costumbrista: hay ropa tendida, lo que convierte a esta historia en una descripción íntima y personal. Acertado el manejo de la sucesión temporal, con idas y venidas en el tiempo que sin embargo no distraen ni confunden.
Interesantísimo libro de una autora joven, creo que su primera publicación. Espero que no sea la última y aguardo la siguiente, aun sospechando la escasa difusión que una pequeña y meritoria editorial podrá hacer de esta escritora y sus seguro que acertadas futuras propuestas."